Creo en lo natural.
En su simpleza, en su honestidad y en esa manera sutil que tiene de conectarnos con lo esencial. Creo que, cuando algo está hecho con materiales nobles y reales, lo sentimos de inmediato. Nos invita al contacto, a la calma, a la confianza. Y eso, sobre todo cuando se trata de objetos pensados para bebés, hace toda la diferencia.
Por eso elijo trabajar únicamente con materias primas lo más puras y naturales posible. Cada tela que uso es 100% algodón, y no cualquier algodón: busco siempre el más suave, ese que da gusto tocar, que respira y acompaña sin irritar la piel sensible de los más pequeños. No compro por catálogo: prefiero salir a elegir personalmente, tocarlas una por una, dejar que mis manos decidan. Es mi forma de asegurarme de que cada pieza hable el mismo lenguaje de calma y cuidado que quiero transmitir.
El algodón es un material naturalmente hipoalergénico, ideal para cuidar su piel desde los primeros días, y además regula la temperatura corporal, ayudando a que estén siempre cómodos, sin calor excesivo ni frío, el contacto con la piel es fundamental.
Las cuerdas y lazos que uso en los móviles de cuna y gimnasios también siguen esa misma lógica. Son de algodón crudo, sin procesos agresivos, fabricadas en el país. Voy directamente a la fábrica a buscarlas, porque me interesa saber de dónde viene todo lo que forma parte de mis diseños. No es solo una elección estética, es una elección de confianza, de respeto y de coherencia con la idea de ofrecer un entorno sano, amoroso y real para las primeras etapas de la vida.
Cuando diseño, no pienso solo en el objeto, pienso en el momento. En el contacto de una mano pequeña con una tela que no raspa. En un juego colgante que se mueve suave, sin estridencias. En lo que ese material transmite más allá de su forma. Porque en lo natural también habita lo emocional: eso que no se ve, pero se siente.